Estío

Se ve algo de luz. Sin embargo la oscuridad, en cierto modo, prevalece. Ya no tengo que obligarme a sonreír casi nunca, aunque a veces la sonrisa se queda a medias, colgando de mi rostro, y me siento como si hubiera fracasado en el intento de avanzar. Pero esto no consiste en cuántas veces caes sino cuántas veces eres capaz de levantarte.

A ratos siento una gran ilusión y a ratos soy consciente de mi soledad. Es complicado. Ayer le pregunté a un libro del tarot cuál era mi camino y el libro, tras abrirlo al azar, me respondió con la carta del diablo. Me recomienda prudencia. Debo tener cuidado, revisar mis suposiciones, revisar la imagen que tengo de mí.

¿Soy tan valiente? ¿Soy tan cobarde? ¿Qué soy? ¿Qué fui? Si me dieras las llaves de tus brazos volvería corriendo a mi hogar. De nuevo. Pero no sé exactamente en qué punto del trayecto me encuentro, no sé exactamente cuánto tiempo más podré seguir sin la luz de tus ojos, ni si acaso tu mirada aún repara en mi nombre y tu memoria en mis pasos.

Hay días en los que la despedida cae con todo el aplomo sobre mi alma, me agota inmediatamente, me aplasta; es entonces cuando me esfuerzo en mirar más allá y me digo: ni lo bueno es tan bueno ni lo malo es tan malo. Y es cierto… Pero ayer fue increíblemente agradable hablar contigo, ayer quise que me amaras con todas tus fuerzas, con todas nuestras fuerzas, para volver a sonreír sin atisbo de sombra en la comisura de los labios; para poder mirar como aquella chica con sus ojos glaciares: asombrada y paciente, atenta y tranquila. Tan tranquila que parecía un ser de aire…

Anhelé esa calma con toda mi fuerza. La deseé para mí, para no caminar sobre la línea suspendida en las fauces del precipicio. Añoro los momentos de tumbarme cansado en la cama y revivir al pensar en que tenía un refugio, un te quiero correspondido en una boca amada, en unos ojos cuya luz quise proteger a toda costa.

Y ahora vuelco todo esto en este viejo rincón que ha sentido el peso del abandono, del tiempo, de la duda. Ahora tengo esperanza y pienso en que, seguro, lo mejor está por venir… aunque no sepa cuándo llegará. Y ahí es donde me angustio, donde la ilusión y la agonía se entrelazan igual que lo hacíamos tú y yo enredados en la cama.

Jorge, mi amigo, lo ve claro. El sol estival nos acogerá bajo el mismo haz de luz, las tormentas nos mojarán en el mismo agua y empaparán tanto nuestra carne y nuestra piel que las almas escaparán de nuestros cuerpos para no sucumbir ante el peso del agua. 

Tal vez sea así… tal vez Jorge nunca tenga razón, ni tampoco los sueños. Tan solo el tiempo, el avance lento, la espera… y la esperanza de que el amor siempre encuentra su camino. Un camino que lo traiga hasta mí para recordarme que no estoy solo, que no puedo sentirme perdido.

No seremos los primeros

Ya no es momento para decir eso ni para hacer eso otro tampoco. Ya no se puede pensar, cuando el agotamiento es máximo, que al menos tienes esa otra parte de ti que estará para sujetarte de aquel modo que siempre resulta tan único. No es que no pudiera sentir nada, es que los despertares de noches tan largas son difíciles y no se duerme igual cuando te acuestas bajo los ojos del sol. Ver la pantalla vacía del móvil desespera, sin embargo también parece un presagio de buenas nuevas, de una sorpresa que, en realidad, nunca llega.

Así que ahora es la época de la paciencia, de respaldar lo que se dice de «hay que echarle huevos y tirar y lo demás ya se verá», por muy jodido que resulte en algunos tramos; la soledad nos mata a todos en algún momento pero siempre se derrama sobre nuestros labios un poco de esperanza; antes o después llegará el momento de la calma absoluta y se borrarán del todo esas lacerantes sensaciones de pérdida; se podrá sonreír de nuevo, completamente, sin una sombra en la comisura de los labios; los ojos relatarán la historia acariciando una cicatriz en lugar de estar hurgando en la herida.

Y seré un hombre de nuevo, cargando con sus errores y arrastrando sus aciertos, esperando tal vez que alguien le diga que sí a si debe dejarlos atrás y seguir caminando hacia adelante. Todo irá llegando poco a poco y al final podré pensar que estás con otro y desear, sin una espina dolorosa en la boca del estómago, que te vaya del todo bien y que encuentres lo que buscas, lo que no sé encontró en todo lugar anterior en el que estuviste. Y estamos cerca de ese río, mi deliciosa amiga  y yo por fin tenemos que pensar en el puente magnífico de Julio César en las Galias porque las aguas, pese no ser turbulentas, sí tienen fuerza.

Pero estamos ahí, ella y yo, a punto de salir de la parte más oscura de este bosque retorcido de antiguos árboles de experiencia y dolor compartido por las almas de los hombres. Estoy ahí para devolverle en sonrisas todos los llantos que forjé en sus hombros, y la gratitud supera con creces la angustia; y la fuerza es más que el dolor; y la ilusión más que la tristeza y… no sé, ya no hay miedo a ir a la cama ni terror al despertar. 

Ahora, cuando me miro al espejo con los ojos medio cerrados aún por el sueño, veo una ligera sombra de tristeza, sí, que se disipa en la luz de estos extraños ojos que tengo y que dicen: «ey, pese a todo, colega, seguimos en pie y no seremos los primeros en morir de amor».

Missing

Se lo he dicho a Jorge. Echo de menos escribir letras y cantarlas. Me acuerdo de la ilusión de hacer una letra nueva, de crear, y de la timidez para cantarla. Siempre me decían Johnny y Martiny lo mismo: «tío, canta más alto, no se te oye y hay que estar siempre haciendo movidas con el volumen de la base». Me he acordado del concierto en el kiosko aquel de Casablanca, nos sentimos reyes, me sentí fuerte. Ahora tendría más de lo que escribir y tanto como antes por aprender, es una ocasión perfecta… pero paso. 

Me pregunto si tiene sentido y no llego a responderme la pregunta porque la dejo a medio camino del razonamiento. Ahora me deslizo por el tiempo, lo dejo pasar, espero que llegue porque no quiero arriesgarme al espanto, la línea entre buscar y perseguir es muy fina y el matiz que lo diferencia es enorme. 

Pero el ritmo no deja de sonar en mi mente. A mis oídos vuelven antiguas canciones, inmejorables rimas ajenas, por supuesto, porque de las mías ni me acuerdo. Son de una vida pasada y tal vez ahora vuelva a aquello para dejar esta atrás. Dicen que la vida son etapas, como mudar de piel o de plumaje. ¿Serpiente o Fénix?

Nada de esto tiene mucho sentido. Simplemente abro una puerta y dejo que el aire limpio entre en mis cámaras, destroce las ventanas, y exhiba mi alma desnuda. No hay nada peor que la vergüenza de lo que se es y yo soy muchas cosas así que no podría con tantas formas de vergüenza, no tengo sitio suficiente para esconder tantas cosas. Es mejor dejarlas salir, que se vean bien, que nadie se acerque por error, que sepan a lo que se exponen. ¿Tendré habilidad para rimar de nuevo? 

Lo dudo… pero sigo escribiendo. Necesitando ser fuerte y joven porque ya tendré tiempo de ser viejo y débil. 

Sigo aquí. Hasta que el don se aleje, me bese en los labios y me diga que pasa de mí y de mi rollo.

Es el momento

Hoy me he despertado bien. Tenía algo que hacer. Me he encontrado con un amigo y hemos estado hablando un rato. Yo iba de camino a vender unos juegos de xbox que ya no uso para comprarme otro. En el momento de salir de la tienda me he dado cuenta de que el dinero aún significa menos cuando no tienes con quién gastarlo, ni por qué ahorrarlo. Puedo gastarlo en mí y eso es lo que hago. Pero no es lo mismo. Acabaré pobre antes de la cuenta pero no importa.

No importa el dinero ni tan siquiera el tiempo; menos aún si ese hombre permanecerá anclado a su silla de ruedas gesticulando, hablándole a las sombras de primavera que cruzan la avenida de Pablo Picasso en el aire de mayo. Me he sentido triste y animado a la vez. Aún puedo caminar.

Se lo he contado a Anna, le he dicho que hoy me siento de bajón y cuando me ha preguntado qué es lo que ha pasado para que eso sea así me he respondido a mí mismo: nada. No ha pasado nada, no pasa nada, y tal vez sea ese el problema. Que estoy fosilizándome en una forma antigua de lo que era, en un alguien que ya no es porque las circunstancias se han sucedido de la manera inequívoca en la que se borran unas existencias y se generan otras nuevas.

Supongo que los recuerdos seguirán guiándome a tus caderas, que mi boca hará el eco del arrullo que se escucha bajo tu vientre, que me hundiré en el precipicio de tus clavículas pensando en las veces que mi lengua recorrió esa perfecta horizontal. Y ahora veo todas esas imágenes como quien contempla la mejor película de la historia del hombre, deseando formar parte de ello pero sabiendo que al otro lado de la pantalla no hay nada para él, una pared que no significa nada sin la tela blanca y una tela blanca que no es nada sin el juego de luces y sueños del proyector.

El esmaltado suelo del centro comercial seguirá devolviéndome el reflejo desvaído de mí mismo porque no irás cogida de mi mano y los rincones de nuestras calles me preguntarán, de vez en cuando, dónde están esos abrazos con los que los hicimos estremecer al dejarnos el alma sudando en ellos. Y duele esa distancia; la distancia de ese que era yo y el que soy ahora; la distancia de aquella que eras tú cuando eras plenamente mía. Los pulsos más prístinos de mi sangre llevan sabor a metal y a tu piel… 

Pero yo no soy ese chico y no soy tampoco un hombre. Soy una larva en metamorfosis temblando de miedo por si mi exoesqueleto, la crisálida, se convierte en jaula final que no me deje estirar las alas. Solo yo puedo ahogar a la futura mariposa y en realidad no quiero quedarme como un gusano envuelto en la seda perfecta que me brindan el recuerdo y la nostalgia. Una cálida suavidad en la que sentirme a salvo porque era capaz de verle el sentido a todo. Al bosque completo, a las raíces y los insectos, a los frutos, incluso al futuro y al cambio.

 Y ahora estoy sujeto a un árbol, adherido a la esperanza y a la promesa de clemencia que la tierra les otorga a todos alguna vez y, hoy y ahora, yo me pregunto si habrá algún resto para mí. No puedo decir que no te ame. Ni quiero que dejes de hacerlo… Aunque no sepa, ni pueda o deba saber, dónde descansan y hacen noche tu corazón y tus pensamientos.

Sin embargo creo que es el momento de ser fuerte. Y rasgar la crisálida, abrir el corazón y susurrarle al mundo, con la esperanza de creer lo que digo, que no tengo miedo a otra herida en el corazón si vuelvo a poder volar para alimentarme de néctar.

Esguince

He bajado con mi hermana al bar. Con sus amigos hemos estado hablando de todo y hemos llegado, como siempre, al fútbol y, para variar, a las lesiones. Todos han contado sus experiencias y yo me he acordado de mi esguince de rodilla. Ha vuelto a mí esa insistencia con la que me recordabas que me pusiera los guisantes congelados así como la rodillera, y la paciencia con la que esperabas a que volviera para hablar contigo cuando ya hubiera hecho lo necesario para curar la lesión.

Me acuerdo de tu preocupación entonces y también he vuelto, mientras volvía a casa, a aquella noche de invierno en urgencias esperando a que me vendaran el tobillo. He visto de nuevo todo aquello, todas esas horas de espera y el dolor de los movimientos cuando la zona herida se quedaba fría. Y no dolían tanto. 

Ha sido un recuerdo hermoso pese a la angustia de los rostros que nos rodeaban, de su impaciencia, de sus ganas por ser atendidos primero puesto que la gravedad de sus dolencias era superior, a su juicio. Y he visto a esos dos chicos abrazados en los asientos de plástico duro, sabiendo que llegarían tarde a casa pero sin importar nada más porque estaban juntos, apoyándose.

Ahora mismo vuelve la canción que sonaba en el coche de mi madre cuando volvíamos a casa. Seguro que tú también lo recuerdas… Y todos esos momentos, esas partes de una vida que ahora me parece otra, son los que atesoro en las baldas de mi corazón, costilla por costilla, protegiendo mi pecho. No puedo reprimir la sonrisa, la nostalgia, la melancolía, y ahora sé la respuesta a la pregunta que me hacía cuando paseábamos juntos. 

¿Qué ven los demás, los ajenos y los conocidos, cuando nos ven caminar abrazados de la cintura o cogidos de la mano? Veían lo mismo que veo yo ahora que observo la escena desde la distancia del recuerdo: veían lo que más desean, complicidad, perfección.